r.I.P
Esta mañana mi tarjeta de red ha fallecido definitivamente. Llevaba cosa de una semana medio apañada con un montoncito de blue-tac (de ese que es blanco
) bastante parecido a un chicle y de aspecto algo desagradable. Intentando que todo hiciera conexión como es debido, no se quejó demasiado en sus últimas horas, pero pasó lo que tenía que pasar.
Como buena cotilla, una vez la tarjeta dijo hasta aquí hemos llegado, he abierto sus tripillas para ver si tenía remedio interior. Nada que hacer. Me he despedido de ella, y la he quitado (quitar hardware con seguridad, uuh!). Llegados a este punto, he empezado a mirar al ordenador como si fuera un marciano pensando: ¿y ahora para qué sirves?
He pasado cinco años en este habitáculo, si no el mismo, uno similar, y tres de ellos tenía al portátil y la anteriormente funcional tarjeta de red conmigo. Lo cierto es que en primero y segundo de carrera yo tenía una vida, estaba a gusto en el cuarto y no solía aburrirme, pero hoy, a la una de la tarde, con el ordenador delante y sin poder pinchar en el icono del FTP me he dado cuenta de lo dependiente que soy a este cacharro.
Siempre tengo el messenger encendido, siempre que no estoy estudiando tengo puesto algún capítulo, película o similar. Si tengo una duda lingüística, la miro en la RAE, si necesito algo para un examen pongo la palabra técnica en el google a ver que sale, si me aburro escribo en el blog o mando iconos absurdos a pupila, hasta que la convenzo para que veamos nip/tuck o Lword.
Visto lo visto, no sé vivir sin internet, sin red interna, sin “me bajo joey y lo veo mientras ordeno los papeles”. Preferiría prescindir del móvil.
Esto no es más que una absurda reflexión. De hecho ya sabía que era un poco adicta al asunto, pero claro, de algo tenía que escribir un post. Voy a llamar a jota para que me preste su ordenador, tengo que publicar esto. Tengo que publicar algo. ¿Quién estará conectado al messenger? …
) bastante parecido a un chicle y de aspecto algo desagradable. Intentando que todo hiciera conexión como es debido, no se quejó demasiado en sus últimas horas, pero pasó lo que tenía que pasar.Como buena cotilla, una vez la tarjeta dijo hasta aquí hemos llegado, he abierto sus tripillas para ver si tenía remedio interior. Nada que hacer. Me he despedido de ella, y la he quitado (quitar hardware con seguridad, uuh!). Llegados a este punto, he empezado a mirar al ordenador como si fuera un marciano pensando: ¿y ahora para qué sirves?
He pasado cinco años en este habitáculo, si no el mismo, uno similar, y tres de ellos tenía al portátil y la anteriormente funcional tarjeta de red conmigo. Lo cierto es que en primero y segundo de carrera yo tenía una vida, estaba a gusto en el cuarto y no solía aburrirme, pero hoy, a la una de la tarde, con el ordenador delante y sin poder pinchar en el icono del FTP me he dado cuenta de lo dependiente que soy a este cacharro.
Siempre tengo el messenger encendido, siempre que no estoy estudiando tengo puesto algún capítulo, película o similar. Si tengo una duda lingüística, la miro en la RAE, si necesito algo para un examen pongo la palabra técnica en el google a ver que sale, si me aburro escribo en el blog o mando iconos absurdos a pupila, hasta que la convenzo para que veamos nip/tuck o Lword.
Visto lo visto, no sé vivir sin internet, sin red interna, sin “me bajo joey y lo veo mientras ordeno los papeles”. Preferiría prescindir del móvil.
Esto no es más que una absurda reflexión. De hecho ya sabía que era un poco adicta al asunto, pero claro, de algo tenía que escribir un post. Voy a llamar a jota para que me preste su ordenador, tengo que publicar esto. Tengo que publicar algo. ¿Quién estará conectado al messenger? …






No hay comentarios:
Publicar un comentario