Hace muchísimo que no escribo aquí. La vida ha dado demasiadas vueltas, y si ahora tuviera interés en formar parte de la blogosfera, ya no pertenecería alotroladodelanubenegra. Tendría que tener paciencia, pensar un nuevo título, diseñar un banner, elegir la combinación de colores. Todo ello es imposible en este momento. Aunque sé que el blog sería blanco, tal vez gris.
A pesar de esta retahíla de excusas, hoy he visto esta foto. No tiene título (que yo sepa), y pertenece a un fotógrafo asquerosamente joven al que sigo muy de cerca y con cierta admiración enfermiza. Sus fotos me hacen sentir bien. Y me hacen recordar lo bonito de la vida cuando se me olvida. Él se llama Victoriano Izquierdo, y aquí está su página (una de tantas).
Todas las fotos que he visto me han evocado grandes momentos. Este verano visité Polonia, al igual que él, y todo lo que yo capté con la mirada, él lo capturó en una fascinante colección de fotos que tiene a bien mostrarnos. Monjas limpiando cristales, taxistas leyendo microbiblias, vendedoras de ámbar agitando las manos, mendigas en el metro…, un país como cualquier otro con una fuerza desconocida…
No obstante, la foto que ha logrado que desempolvara este blog después de tantos meses, es un niño saltando en una colchoneta. El motivo es que nunca he sido monja, ni taxista, ni vendedora de ámbar, ni mendiga, pero sí he sido niña, y he saltado muchas veces en una colchoneta.
Y es un placer tan simple, tan liberador, tan emocionante y tan conciso que se merece una entrada. Porque mis palabras no lo podrán expresar, pero desearía ser ahora mismo el niño de la foto, y saltar, saltar, saltar en la colchoneta.
A pesar de esta retahíla de excusas, hoy he visto esta foto. No tiene título (que yo sepa), y pertenece a un fotógrafo asquerosamente joven al que sigo muy de cerca y con cierta admiración enfermiza. Sus fotos me hacen sentir bien. Y me hacen recordar lo bonito de la vida cuando se me olvida. Él se llama Victoriano Izquierdo, y aquí está su página (una de tantas).
Todas las fotos que he visto me han evocado grandes momentos. Este verano visité Polonia, al igual que él, y todo lo que yo capté con la mirada, él lo capturó en una fascinante colección de fotos que tiene a bien mostrarnos. Monjas limpiando cristales, taxistas leyendo microbiblias, vendedoras de ámbar agitando las manos, mendigas en el metro…, un país como cualquier otro con una fuerza desconocida…
No obstante, la foto que ha logrado que desempolvara este blog después de tantos meses, es un niño saltando en una colchoneta. El motivo es que nunca he sido monja, ni taxista, ni vendedora de ámbar, ni mendiga, pero sí he sido niña, y he saltado muchas veces en una colchoneta.
Y es un placer tan simple, tan liberador, tan emocionante y tan conciso que se merece una entrada. Porque mis palabras no lo podrán expresar, pero desearía ser ahora mismo el niño de la foto, y saltar, saltar, saltar en la colchoneta.