sábado, diciembre 09, 2006

eRRoR dE priNciPiaNtE

- ¿Qué me dice señora? ¿Por qué no se mete en el coche y se viene con nosotros?
Vi que sus ojos se iluminaban cuando dije eso, y tan seguro como que Roma y amor son la misma palabra leída al revés, ella habría dado seis años de su vida por dejarlo todo y subirse a ese coche. Se volvió al maestro y le dijo:
- Bueno, ¿qué te parece? ¿Debería ir con vosotros o no?
Y él, como un verdadero gilipollas le dio unas palmaditas en el hombro y le dijo:
- Como tú quieras, querida.
Los ojos de ella se nublaron por un segundo, pero aún no estaba todo perdido. Todavía con la esperanza de oír las palabras adecuadas de sus labios, lo intentó de nuevo y dijo:
- No, decídelo tú. No quiero estorbaros.
Y él contestó:
- Eres libre Marion. No me corresponde a mí decirte lo que debes hacer.
Y ahí se acabó todo. Vi que la luz de sus ojos se apagaba; su cara se cerró con una expresión tensa e irónica; y se encogió de hombros.
- Da igual -dijo-. Además, aquí hay mucho que hacer. -Luego, con una valiente sonrisita forzada ,añadió-: Mándame una postal cuando tengas una oportunidad. Que yo sepa, siguen siendo muy baratas.
Y eso fue todo, amigos. La oportunidad de una vida, perdida para siempre. El maestro la dejó escapar entre sus dedos, y lo peor de todo es que creo que ni siquiera se dio cuenta de lo que había hecho.







Paul Auster's Mr. Vértigo

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