viernes, abril 07, 2006

rEmEmbER

Valladolid. CYL. Mi casa. Me asomo a la ventana y veo el cielo de segundo de bachillerato. Los niños berrean en el patio. Ya no llueve. Tampoco hay niebla, se hace raro.

Mi habitación está desordenadísima, efecto de no hacer limpieza general desde hace más de cinco años. Al principio me producía ese antibienestar que carcome por dentro a gente que, como yo, neuróticos del orden, sufren al ver una gota de café en la mesa. Ahora estoy acostumbrada, y apenas entro en mi cuarto. Total, vengo una vez al mes, se puede soportar.

Este ya no es mi sitio. Antes creía que no lo había sido nunca, pero ahora que realmente no lo es, me doy cuenta de que estaba equivocada. Mi habitación resoplaba mi esencia, que ahora sólo resta en las paredes de la 322. Las cosas que cuelgan del corcho son los recuerdos de la persona que vivía aquí; las vacas de la estantería, los cojines…hasta el edredón es mi opuesto.

Sólo el oso sigue siendo mío. A veces me pregunto porqué no me lo llevaré a Madrid, como he ido haciendo con cada cosa que añoraba. Al final el resultado fue que este cuarto es de un extraño, y yo soy sólo yo en el Johnny. Aun así, el oso sigue aquí, ininmutable. Esperando a que yo vuelva y le cuente, todo va bien, soy muy feliz. Eso es lo que queda de mí.

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