tIeMpOs I
Llevo unos cuantos días con el boceto de un post rondándome la cabeza, y en todos los intentos por escribir, han resultado divagaciones acerca del paso del tiempo. Ahora que estoy en casa, y visto el panorama, la cosa sigue por el mismo camino, así que… allá voy…
En primer lugar, he de decir que esto de estar en quinto parece trastornar mentes con una facilidad pasmosa. Ya estaba advertida, según cierto amigo fisioterapeuta, que en su último año de carrera sufrió una pseudo-crisis que a nadie pasó desapercibida. El terror a lo que está por venir es sólo equiparable al terror al fracaso, y eso confunde.
Sea como sea, parece que tengo cerca una crisis de grupo que no hace más que recordarme que al año que viene seremos más de los que estemos. En los últimos años, he cogido bastante apego al día a día de cafés malos de la cafetería con cotilleo impagable acerca de colegiales, excolegiales y amigos de; junto con las conversaciones sobre el sexo de los ángeles, y el de las lesbianas.
Aunque sea en voz baja, reconozco que los sarcasmos de chico Ostra (por ponerle un nombre en clave) me hacen reír, que los cuentos de la futura jota minúscula me hacen llorar (de emoción) y que las salidas de tono de la abanderada fan número uno de “L” han hecho de mí una “hasbiana” en toda regla (y es que no todo puede pegarse, y por suerte o desgracia, me siguen gustando los hombres).
No me gusta llorar por adelantado, no me gusta lamentar cosas que sabes que están por venir, y que por mucho que te esfuerces no serás capaz de detener, así que mi intención que siempre fue disfrutar el momento, y el año que nos queda por delante, se mantiene. Los cafés serán malos, pero las risas de cafetería son más cálidas.
En primer lugar, he de decir que esto de estar en quinto parece trastornar mentes con una facilidad pasmosa. Ya estaba advertida, según cierto amigo fisioterapeuta, que en su último año de carrera sufrió una pseudo-crisis que a nadie pasó desapercibida. El terror a lo que está por venir es sólo equiparable al terror al fracaso, y eso confunde.
Sea como sea, parece que tengo cerca una crisis de grupo que no hace más que recordarme que al año que viene seremos más de los que estemos. En los últimos años, he cogido bastante apego al día a día de cafés malos de la cafetería con cotilleo impagable acerca de colegiales, excolegiales y amigos de; junto con las conversaciones sobre el sexo de los ángeles, y el de las lesbianas.
Aunque sea en voz baja, reconozco que los sarcasmos de chico Ostra (por ponerle un nombre en clave) me hacen reír, que los cuentos de la futura jota minúscula me hacen llorar (de emoción) y que las salidas de tono de la abanderada fan número uno de “L” han hecho de mí una “hasbiana” en toda regla (y es que no todo puede pegarse, y por suerte o desgracia, me siguen gustando los hombres).
No me gusta llorar por adelantado, no me gusta lamentar cosas que sabes que están por venir, y que por mucho que te esfuerces no serás capaz de detener, así que mi intención que siempre fue disfrutar el momento, y el año que nos queda por delante, se mantiene. Los cafés serán malos, pero las risas de cafetería son más cálidas.






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